En la industria y la construcción, el ruido forma parte del día a día. Martillos neumáticos, maquinaria pesada, compresores… el entorno laboral es, en muchos casos, un campo constante de exposición sonora. Y aunque gran parte de las empresas proporcionan protectores auditivos, un dato sigue encendiendo las alarmas: la hipoacusia profesional sigue siendo una de las enfermedades laborales más comunes.
Pero ¿por qué ocurre esto si hay medidas preventivas disponibles? La respuesta es tan simple como preocupante: el uso incorrecto de los protectores auditivos.
La falsa seguridad que genera el EPI mal usado
En prevención de riesgos laborales, uno de los errores más comunes es dar por hecho que entregar un EPI equivale a proteger.
En realidad:
- Muchos trabajadores insertan mal los tapones.
- Otros reutilizan protectores auditivos de un solo uso.
- Algunos no los llevan en momentos clave (porque “es solo un rato”).
- Y muchos desconocen cómo deben colocarse correctamente para que sean efectivos.
¿El resultado? El oído queda expuesto a un riesgo continuo. Y con el tiempo, ese daño se acumula hasta provocar una pérdida auditiva irreversible: la hipoacusia profesional.
¿Qué es la hipoacusia profesional?
Es una disminución progresiva de la capacidad auditiva provocada por la exposición continuada al ruido en el entorno de trabajo.
Es acumulativa, no se nota de inmediato, y suele diagnosticarse cuando ya ha provocado daños permanentes.
La hipoacusia profesional:
- Es una de las enfermedades profesionales más notificadas en España.
- Suele aparecer tras varios años de exposición sin la protección adecuada.
- Afecta a la comunicación, la concentración y la seguridad del trabajador.
- No tiene cura. Solo puede prevenirse.
Y lo más alarmante: en la mayoría de los casos podría haberse evitado con un plan de higiene industrial bien diseñado y aplicado.
Consecuencias para la empresa: más allá de la salud
La pérdida auditiva no solo es un problema sanitario. También tiene consecuencias operativas, económicas y legales para la empresa:
- Productividad reducida: un trabajador que no escucha bien tiene dificultades para seguir instrucciones, necesita repetir tareas y aumenta la posibilidad de errores.
- Mayor riesgo de accidentes laborales: no oír una señal de alarma, una advertencia o una máquina en movimiento puede derivar en lesiones graves.
- Costes por bajas laborales y rotación: la hipoacusia implica bajas médicas, reconocimientos médicos más frecuentes y necesidad de adaptar puestos.
- Exposición a sanciones. La Inspección de Trabajo puede sancionar si detecta que no se ha proporcionado la formación necesaria ni se ha realizado un seguimiento adecuado del uso de los protectores auditivos. La ley no exige solo entregar el EPI, exige garantizar que se use bien.
- Responsabilidad legal y reputacional. Cuando se demuestra que la empresa no ha gestionado correctamente la prevención del ruido, pueden derivarse responsabilidades administrativas e incluso penales. Además, la reputación de la empresa puede verse afectada, tanto de puertas adentro como en el sector.
¿Por qué se usa mal el protector auditivo?
Aunque el uso de protectores auditivos está ampliamente extendido en el entorno industrial, su eficacia real depende de múltiples factores que, en la práctica, suelen ignorarse o subestimarse. A continuación te explicamos los principales motivos por los que el uso del EPI no es eficaz, y lo que muchas veces impide que cumpla su función protectora:
Desconocimiento técnico: no basta con ser “técnico de prevención”
Muchos responsables de prevención o técnicos PRL tienen formación generalista. Pero la higiene industrial —y en particular la evaluación y control del ruido— requiere conocimientos técnicos específicos que no todos dominan:
- ¿Se ha evaluado correctamente la exposición diaria equivalente (LEX, d)?
- ¿Se han identificado correctamente las fuentes de ruido y su variabilidad a lo largo de la jornada?
- ¿Se han correlacionado los niveles de atenuación del protector con las condiciones reales del puesto?
Sin una base sólida en higiene industrial, es habitual que se tomen decisiones incorrectas: desde seleccionar un EPI inadecuado hasta confiar en soluciones que no resuelven el problema real.
Falta de formación práctica al trabajador
Entregar un tapón o una orejera no es formar. En muchas empresas, la formación sobre su uso se limita a una explicación teórica genérica —cuando la hay—. Pero los protectores auditivos tienen particularidades que requieren una instrucción práctica y personalizada:
- ¿El trabajador sabe cómo debe colocárselo correctamente?
- ¿Conoce los errores más comunes que anulan su eficacia?
- ¿Sabe cuándo debe sustituirlo?
- ¿Ha sido formado para detectar si ha perdido capacidad de atenuación?
La experiencia nos dice que más del 50% de los trabajadores no utiliza el protector como debería, aunque crean estar haciéndolo bien. Esto anula por completo el efecto protector esperado.
Elección inadecuada del tipo de protector
Un error muy común es elegir el protector sin tener en cuenta todas las variables. No todos los protectores auditivos sirven para todos los entornos ni para todos los trabajadores. La selección debe considerar:
- Nivel de ruido al que se expone el trabajador: la atenuación debe ser suficiente, pero no excesiva, para no aislar en exceso y crear otros riesgos (como no oír una alarma o compañero).
- Compatibilidad con otros EPI: por ejemplo, un trabajador que también lleva casco o gafas de protección puede tener dificultades con ciertos modelos de orejeras.
- Preferencia y comodidad: si el protector no es cómodo, el trabajador tenderá a quitárselo o usarlo mal.
- Condiciones ambientales: calor, polvo, humedad… todo influye en la eficacia y durabilidad del EPI.
No existe un único tipo de protector adecuado para todos. Personalizar la elección es clave para garantizar su uso correcto y constante.
Ausencia de controles periódicos y seguimiento
La entrega del EPI es solo el primer paso. Luego, debe realizarse un seguimiento para:
- Verificar que el trabajador sigue utilizándolo correctamente.
- Comprobar el estado del EPI: tapones desechables usados más de una vez, orejeras desgastadas, almohadillas deterioradas…
- Evaluar la eficacia en el tiempo: a través de mediciones periódicas y ajustes si cambian las condiciones del entorno laboral.
El seguimiento debe incluir también refuerzos formativos y comunicación clara con el trabajador. De lo contrario, el uso correcto del EPI se degrada con el tiempo, y se instala la falsa percepción de estar protegido.
En resumen, el mal uso del protector auditivo es el resultado de un sistema preventivo mal integrado:
- Sin una evaluación experta del ruido,
- sin una elección adecuada del EPI,
- sin una formación práctica y adaptada,
- y sin un seguimiento periódico que garantice su eficacia.
La buena noticia es que todo esto tiene solución. Pero requiere ir más allá del “cumplir” y empezar a “proteger de verdad”.
Qué implica hacer bien las cosas
La diferencia entre cumplir y proteger de verdad.
En prevención del ruido, hacer las cosas bien no significa entregar tapones y firmar un documento de entrega. Significa diseñar y aplicar un plan específico, adaptado a la realidad de cada puesto de trabajo y validado técnicamente. Es pasar de una protección simbólica a una protección real y efectiva.
A continuación, desglosamos qué implica abordar la prevención del ruido con un enfoque profesional:
Medición y evaluación precisa del nivel de ruido
Todo empieza con datos objetivos. No se puede proteger lo que no se conoce. Por eso, el primer paso es:
- Realizar mediciones con sonómetros y dosímetros homologados, en condiciones representativas de la jornada laboral.
- Identificar tareas, puestos y procesos críticos, donde se superan los valores límite de exposición (85 dB(A) para acción y 87 dB(A) como límite legal, teniendo en cuenta la atenuación del EPI).
- Diferenciar niveles de ruido continuos, intermitentes o de impacto, ya que cada uno requiere una estrategia de protección distinta.
Una buena evaluación no solo cuantifica. También permite tomar decisiones preventivas basadas en evidencia técnica, y no en intuiciones o “por si acaso”.
Selección adecuada del tipo de protección auditiva
Elegir un protector auditivo no es una cuestión estética ni de stock disponible. Es una decisión técnica que debe tener en cuenta:
- El nivel de atenuación necesario según el nivel de exposición.
- El tipo de trabajo que se realiza (movilidad, comunicación necesaria, uso de otros EPI…).
- La duración y frecuencia de la exposición.
- Preferencias individuales y adaptación anatómica del trabajador.
Existen múltiples soluciones: tapones moldeables, preformados, con cordón o sin él, orejeras pasivas, activas, electrónicas, con cancelación de ruido…
Un EPI mal elegido no solo es ineficaz. Puede aumentar el riesgo.
Formación práctica, no solo informativa
Una de las claves más infravaloradas. La normativa exige formación, pero no define cómo. Por eso, muchas empresas entregan trípticos, o dan charlas teóricas que no transforman el comportamiento del trabajador.
Una formación útil y efectiva incluye:
- Demostraciones prácticas de colocación y uso.
- Explicaciones sobre cuándo y dónde se debe usar.
- Errores comunes que deben evitarse (por ejemplo, tocar los tapones con manos sucias o no insertarlos correctamente).
- Mantenimiento y sustitución del EPI.
Si el trabajador no sabe cómo protegerse de verdad, el sistema preventivo falla en su base.
Fit testing: verificar el ajuste real
En puestos con exposición elevada o con riesgos auditivos demostrados, es fundamental realizar pruebas de ajuste (fit testing).
Esta técnica permite comprobar si:
- El EPI ofrece la atenuación esperada para ese trabajador.
- Se está colocando correctamente.
- Existe una fuga o mal sellado que anule la protección.
Estas pruebas se hacen con equipos específicos y deberían repetirse de forma periódica o cuando se cambia de modelo de protector.
No se trata de añadir complejidad, sino de validar que el EPI realmente protege en condiciones reales.
Revisión periódica y renovación del EPI
El EPI no es eterno. Con el uso, el sudor, el polvo, los cambios de temperatura o el simple paso del tiempo, los materiales pierden propiedades:
- Las almohadillas de las orejeras se deforman.
- Los tapones se ensucian o deterioran.
- Los arneses pierden ajuste.
Por eso, una revisión periódica del estado del protector —y su sustitución cuando sea necesario— forma parte esencial de una buena gestión preventiva.
Además, conviene verificar también si las condiciones del entorno han cambiado, para reajustar la elección del EPI si hace falta.
No basta con cumplir. Hay que proteger.
La hipoacusia profesional no se detiene porque muchas empresas creen que entregar un protector auditivo es suficiente. Pero la realidad es otra: sin una evaluación adecuada, formación práctica, elección correcta del EPI y seguimiento real, la protección no funciona.
En Preconlab lo sabemos, y por eso abordamos la prevención del ruido con un enfoque técnico, cercano y riguroso. Evaluamos los riesgos, formamos al equipo, verificamos la eficacia del EPI y acompañamos en todo el proceso.
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